el interior de las cosas / OPINIÓN

Geografías humanas

20/05/2019 - 

 Cada siete años Vallibona y Pena-roja de Tastavins escenifican el especial hermanamiento que les une desde el siglo XIV celebrando la tradicional Rogativa a pie, una de las rutas más bellas que atraviesa las comarcas de Els Ports, Tinença de Benifassà y Matarraña. Cuenta la leyenda que una plaga de peste asoló la población de Vallibona afectando, sobre todo, a las mujeres. La desolación condujo a siete jóvenes a recorrer los pueblos cercanos en busca de parejas para garantizar el futuro demográfico del municipio castellonense. Pasaron por Coratxar, Boixar y Castell de Cabres sin suerte y llegaron a Pena-roja de Tastavins. Era 1347 y, a través de Mosén Bruñó, conocieron a siete huérfanas que eran las siete nietas de la tía Petronila. Se casaron, comieron perdices y pudieron repoblar Vallibona.

Este fin de semana centenares de personas han vuelto a revivir este sugerente recorrido que acaba en Pena-roja con un fraternal y entrañable recibimiento. Desde la obra de teatro que narra la leyenda hasta otras actividades festivas que recuerdan la alegría de los vallibonenses y la fraternidad de los pena-rogins que abrían las puertas de sus casas de par en par para acoger a sus hermanos de siglos. Hoy no pasarían estas cosas. Ni siete ni cien mujeres se irían hoy a otro municipio a parir y repoblar. No tenemos peste ni leyendas, pero podríamos decir que en aquel siglo XIV esta leyenda sería una de las formas de responder a la despoblación. Porque son ciclos vitales en las poblaciones del interior de este país, siempre desprotegido y sobreviviendo a las dos velocidades de cada autonomía. El sol y la sombra. La playa y la montaña.

Ahora, afortunadamente, ya no hay siete novios para siete hermanas. Las mujeres son mayoría en el mundo rural y son mucho más que esposas, compañeras y cuidadoras. De ellas depende el futuro y son las protagonistas, pero también las marginadas e invisibilizadas de las políticas europeas y españolas para combatir la despoblación. Las reivindicaciones de FADEMUR, la mayor organización de mujeres del ámbito rural, llevan años reclamando atención y ayudas específicas para las mujeres agricultoras, ganaderas, emprendedoras y cuidadoras. Porque, hasta que los gobiernos de Rodríguez Zapatero aprobaran la cotitularidad de las propiedades agrícolas, las mujeres no tenían derechos, no eran propietarias ni trabajadoras al uso administrativo. Han pasado años desde aquel gobierno socialista. Hoy siguen vigentes los mismos derechos pero el progreso transcurre a paso lento y desigualitario.

La ruta de la rogativa que se ha celebrado este fin de semana tiene un grato atractivo. A través de Montse Adell, amiga caminante de estas montañas, y del añorado profesor Sergio Beser, he conocido este territorio, la Tinença, Els Ports, Matarraña y el Maestrazgo turolense, los pueblos casi vacíos, las masías, la vida real de zonas ignoradas. Mujeres y hombres que cada día sumaban para preservar este mundo rural. Una realidad sublime que no figuraba ni en los libros ni en los medios de comunicación. Poco a poco se ha ido escribiendo la historia cercana de estas comarcas, poco a poco se ha ido haciendo periodismo para contar lo que pasaba en las zonas de sombra del mapa. Y, poco a poco, se va construyendo un futuro que aún no está garantizado.

Sergio Beser, catedrático de Literatura Española en la Universidad Autónoma de Barcelona, es uno de los morellanos que denominan ilustres, aunque para él la gran ilustración era convivir y conversar entre las piedras morellanas. Estudió Filología Románica en la Universidad de Barcelona, en donde su tesis doctoral sobre Leopoldo Alas Clarín, le convirtió en uno de los mayores especialistas mundiales del escritor zamorano. Su carrera docente comenzó en Barcelona, siguiendo estancias como profesor de literatura española y catalana las prestigiosas universidades de Durham, Sheffield y Brown. La regenta de Clarín es uno de los títulos que Beser inoculó en mi vida. Varias ediciones, con prólogos del morellano, salen de las cajas de mudanza que rodean los días. Clarín y Pérez Galdós eran el hilo conductor de muchas conversaciones y análisis del devenir de este país desde el siglo XIX, que para Beser siempre fue “el pasado siglo”. Era un morellano ético y honesto. Compartió Morella con sus amigos, Manuel Vázquez Montalbán, José Agustín Goytisolo, Alberto Blecua, Javier Cercas, Almudena Grandes, y hermanó al villorano Enric Fuster, y los morellanos Manolo Grau, Fidel Carceller, entre otros…

Las mujeres son mayoría en el mundo rural y son mucho más que esposas, compañeras y cuidadoras. De ellas depende el futuro y son las protagonistas, pero también las marginadas e invisibilizadas de las políticas europeas y españolas para combatir la despoblación

Los setenta y ocho kilos de mala leche pelirroja, que diría Vázquez Montalbán de Beser, recorren varias páginas de Los Mares del Sur junto al gestor Fuster que explican al detective Carvalho la esencia del flaó, la escala superior de todos els patissets del països catalans. Sergio Beser fue un fiel relator de la historia morellana más próxima. Hoy le recuerdo, tras nueve años de su muerte, porque el cierzo duele y pega fuerte desde la ermita Sant Marc, esa atalaya que permite ver el océano de montañas que compone los paisajes de la Tinença y Els Ports. Le recuerdo porque estaría en Vallibona o en el santuario de la Verge de la Font de Pena-roja, porque regresaría después a una mesa del bar Canyero de Morella y vería pasar la vida sonriendo al destino. Le recuerdo hoy porque nos estaríamos riendo de falsedades, credos y ostentaciones escritas y, por encima de todo, celebraríamos la auténtica vida de las palabras.

Por último, agradecer al senador socialista Artemi Rallo las imágenes de la Rogativa de Vallibona a Pena-roja de Tastavins que el político morellano disfrutó este fin de semana.


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